La sociedad de los piratas y su ocaso:
“En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival. “
Un hecho que destaca por encima de todo, es que pese a su diversidad, los piratas llegaron a crear verdaderas cofradías. La más famosa fue la de los hermanos de la costa, que duró desde su formación hacia 1620 en la isla Tortuga hasta su disolución en 1700. Allí se estableció una especie de, salvando las distancias, constitución. Básicamente no se podía ejercer patria o religión, inexistencia de propiedad privada (no afectaba a los bienes personales) así como un hecho muy destacable es la percepción de compensaciones de invalidez y se establecía una asamblea donde cada hermano tenía voz y voto igualitario.
Pero no todo era libertad, pues a pesar de que se establecía la no injerencia de la hermandad en asuntos personales, estaban penalizados el hurto o el traer mujeres blancas (para no turbar la mente masculina). Aunque este reglamento estuvo ampliamente extendido, la norma era que cada barco dictara sus propias normas que se firmaban en un contrato clausulado .
Al contrario de lo que se piensa, el barco no era una completa anarquía. Eran conscientes que como era su medio de vida, debían protegerlo y cuidarlo, entonces aceptaban unas pequeñas jerarquías como que hubiera capitán (electivo y pudiendo ser destituido si no se estaba conforme), intendente, contramaestre, etc.
Al contrario de lo que se piensa, el botín se repartía a partes iguales, siendo considerado un grave delito intentar apropiarse de una parte superior a la que corresponde. En los contratos clausulados, podemos encontrar que se establecían distintos salarios, en función del trabajo que desempeñases dentro del barco .
Por muy “civilizados” y “democráticos” que parezcan, si caían en manos de las autoridades eran tratados como autentica escoria, como observamos en el caso de Jean Fleury que asaltó el tesoro de Moctezuma y fue ejecutado en la horca sin más compasión. Hasta el siglo XVIII hubo cierta tolerancia para los miembros de menor importancia de las dotaciones y solo acababan en el cadalso el capitán, el intendente, el timonel. Pero a partir de este siglo empezó a ejecutarse a toda la tripulación sin importar edad y grado, lo que podríamos interpretar como el ocaso no solo del pirata, sino de la piratería, sin duda antesala de la nueva era que se avecinaba. Así como se exhibían los cuerpos ahorcados y mutilados en las ciudades para escarmiento del que se atreviera a meterse en el negocio. Antes de pasar al siguiente punto donde trataremos de abordar brevemente la distinta tipología de estos ladrones acuáticos, me gustaría acabar con este verso de Espronceda, que nos evoca a la gallardía de los muchos piratas ejecutados.
“¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena,
quizá; en su propio navío
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.”
PIRATAS, CORSARIOS, BUCANEROS Y FILIBUSTEROS
Aunque las características antes mencionadas, se pueden aplicar a toda la tipología del pirata, en este apartado me gustaría diferenciarlos. Si bien muchas veces, como ya hemos comentado, se usan las palabras indistintamente, usándolas correctamente, creo que se puede llegar a entender más sus actuaciones. No es lo mismo estar auspiciado por la corona, como es el caso de los corsarios, que lo único que tienes que perder es tu vida y un pedazo de tierra que ni siquiera es tuyo, como en el caso de filibusteros.
Sobre los piratas, poco más nos queda que decir, simplemente abundar en el hecho que los primeros perros de mar que surcaron las aguas del Caribe, respondían mas al perfil del corsario que al del pirata. Los piratas que nosotros tenemos en mente, los más famosos con la bandera negra, responden al último tercio del siglo XVII, auspiciados por las acciones de los filibusteros y de los hermanos de la costa y el aumento del tráfico de mercancía hacia la metrópoli, fueron aliciente suficiente para la aparición de éstos sin protección de la corona, ni auspiciados por ninguna cofradía. Su origen solía estar entre los barcos mercantes y la Armada Británica; en tiempos de guerra, extrañamente solían vivir las horas más bajas, pues debían encuadrarse en una disciplina militar y acatar las acciones que mandase el contendiente de turno., pero es en la paz donde surgía un auge pues la cantidad de inadaptados que empezaban a engrosar sus filas, era cuanto menos sorprendente .
Corsarios:
“Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies”
Definiendo brevemente los corsarios, no son más que piratas a los que un país les ha otorgado la famosa patente de corso, donde se autorizaba a atacar a todos los barcos menos a los del país que los había contratado. ¿Cuándo y cómo empezaron a usarse?
Podemos remontar su origen a los míticos Barbarroja, pero centrándonos en el espacio que nos ocupa se establece que el interés de mandar piratas patrocinados empieza con el francés Jean Fleury, que por un golpe de fortuna capturó en 1522 un barco que transportaba el tesoro de Moctezuma. Lejos de ser un apartado triste, los historiadores nos cuentan que tanto Hernán Cortés como el emperador Carlos I, estaban satisfechos pues así habían demostrado el poderío español, lo que creían sería la excusa perfecta para que Francia no empezara una guerra directa sobre ellos. Si bien tenían razón, pues no se empezó multitud de piratas bajo patronazgo francés empezaron a atacar a los españoles. Podríamos extrapolar una tesis del fantástico Aymes en su libro sobre la guerra de independencia en España, y es que salvando las distancias expone que el fenómeno de guerrillero se puede interpretar como un sentimiento de inferioridad por parte del país en el que se forman, aquí creo que podríamos estar ante el mismo caso, una Francia que aún no ha probado del todo el poderío español, pues hasta dos años más tarde en Pavía no será capturado su emperador, pero que precavida más que asustada por las riquezas que hay en el Nuevo Mundo, decide emplear un método de hostigamiento. Tenía los medios que eran hombres dispuestos a lanzarse a la mar, cegados por la ambición de riquezas.
Pero para hacer justicia, no podemos quedarnos con los franceses como únicos personajes en escena, puesto que Holanda e Inglaterra también quisieron su trozo de pastel.
El caso de Holanda es el más sencillo. Entre 1566-68 los refugiados de las revueltas contra los españoles establecieron una fuerza naval que se llamaron a sí mismos “Mendigos del mar”. A pesar de que Holanda e Inglaterra les concedieron cierta legitimidad, terminaron siendo expulsados por lo indiscriminado de sus actos. Ya en 1624 atacaran las costas de Brasil y en 1629 Piet Heyn captura una flota española con todo su cargamento cerca de Cuba, pero debido a la dispersión política holandesa, Inglaterra tomó el relevo.
En la segunda mitad del siglo XVII, corrían los tiempos de la paz de Westfalia, España no puedo adaptarse rápidamente y esa debilidad se plasmó en el Nuevo Mundo. Jamaica que fue descubierta por Colón en 1494, fue empezada a colonizar en 1509 pero la poca población originaria debido a las enfermedades hizo que se quedara muy vacía, la solución vino en traer población negra de África. En 1655 fue tomada por el almirante Penn y se empezó a usar como base pirata y corsaria. Su actor más destacado sería Henry Morgan que tras numerosos ataques en Maracaibo, Panamá, etc.
Fue recompensado siendo gobernador de la isla. El corso entró en decadencia en 1856 donde en el Congreso de París fue abolido el corso, pero a decir verdad el corso había empezado a remitir por sí solo, es normal si vemos la evolución del mercantilismo que empezaba a remitir y hacia poco práctica su figura. Aunque como dice aquella máxima: Renovarse o morir, así los antiguos corsarios cambiaron su oficio por el de negreros o mercaderes, aunque los de menor poder tuvieron que dedicarse a la piratería aunque ya no alcanzaría ni la sombra de lo que eran, pues las distintas bases que habían estado usando se irían transformando paulatinamente en colonias.
Pero ante tanto ataque nos puede surgir una interesante pregunta: ¿Cómo se defendieron lo españoles?, pues da la sensación de que solo recibían el ataque.
La respuesta a esto la tenemos en: la Flota de Indias . Desde el mismo descubrimiento de América, los barcos españoles llevaban riquezas de vuelta a España. En la década de 1520, y debido al incremento de la piratería inglesa y francesa, se decidió organizar un sistema de convoys para aumentar la seguridad del transporte. La idea era establecer dos flotas distintas, ambas compuestas por galeones fuertemente armados con cañones y barcos mercantes (carracas) para llevar la carga. Las dos flotas salían cada año de Sevilla (después Cádiz), e iban una a Veracruz y la otra a Sudamérica (Cartagena de Indias, en la actual Colombia, y Nombre de Dios y Portobelo, en la actual Panamá). Tras completar la descarga de sus productos (productos manufacturados, pero después también esclavos), las flotas se reunían en La Habana, en la isla de Cuba, para el viaje de vuelta.
El comercio con las colonias españolas estaba fuertemente controlado. Por ley, las colonias españolas sólo podían comerciar con un puerto en España (primero Sevilla, luego Cádiz). Los ingleses, holandeses y franceses trataron de romper el monopolio, pero este duró durante más de dos siglos. Gracias al monopolio, España se permitió sufragar sobre todo las guerras contra los protestantes del centro y norte de Europa. Pero este metal, era un arma de doble filo y causó una enorme inflación en el siglo XVI, lo que prácticamente destruyó la economía española.
En el siglo XVII, el sistema económico empezó a declinar por diversos motivos. Primero, por las tormentas. Segundo, por los piratas, ya fueran establecidos como corsarios o como barcos militares de potencias extranjeras. Tercero, por la caída en la producción de metales preciosos en América. Las flotas pasaron de 17 barcos en 1550 a 100, de mayor tamaño, a finales del siglo XVI. A mediados del XVII constaban de unos 25 barcos, y continuaron disminuyendo en tamaño.
Reflexionando sobre ello (lejos de meternos en el interesante análisis sobre la verdadera utilidad de la plata que se traía) podemos concluir que si no hubiera sido por esta flota, el comercio hubiera estado mucho más seriamente comprometido. Pero no todo es miel sobre hojuelas, se sabe que pese a que tenían estipulada una frecuencia esta era frecuentemente adaptada a los intereses de los comerciantes que tenían invertido su dinero. Al fin y al cabo debemos pensar que por mucho que parezca un plan perfectamente sincronizado, nunca debemos perder de vista la época donde estamos, y aquí no existen GPS, móviles, ni ningún sistema de comunicación directa. Por descontado los numerosísimo casos de corrupción y favoritismo que se daban, la Flota de Indias, obviamente, no iba a estar exenta.
Bucaneros y Filibusteros:
Estos dos últimos tipos de pirata, los ponemos juntos pues en su origen está íntimamente ligado. Cuando pensamos en los numerosos ataques en el Caribe, en realidad más que piratas (que como ya se ha dicho su auge fue bien entrado el XVII), estamos viendo a estas personas.
Al principio del siglo XVII, se cumplirían cien años del descubrimiento, la geografía que se había conquistado era inmensa, era imposible (invocamos nuevamente a las capacidades de la época) abarcar todo el territorio, los puntos más importantes eran Cuba, Puerto Rico y La Española, pero quedaban toda una serie de pequeñas islas que eran consideradas inútiles. Fue entonces cuando entre hombres de distintas procedencias se les ocurrió instalarse en un pedazo de tierra apátrida.
Estos hombres se instalaron sobre todo al oeste de La Española, llevando una vida selvática, viviendo de la caza de puercos cimarrones . Después secaban sus carnes al sol y las ahumaban con una técnica indígena llamada boucans de donde derivaría el término bucanero . La recala de algún barco les dio el negocio pues era una buena forma de abastecerse, sobre todo porque esta gente no discriminaba banderas, ni tenía interés en el grado de legalidad de los barcos. Poco a poco, debido a la obtención de canoas y armas como parte del trueque, se animan hacer alguna pequeña correría marítima. La presencia de estos se empieza hacer incomoda, serán expulsados por métodos violentos y se establecerán en la famosa isla de Tortuga, donde los mas sedentarios se dedicaran al cultivo del tabaco, otros a la caza de tortugas y los más a la caza de animales salvajes.
Esa incomodidad se puede entender pues la arribada de naces se hacía cada vez más frecuente, además de para avituallarse sino para la venta de productos, y es que además de los citados bucaneros se empezaron a establecer contrabandistas que cuando un barco se acercaba a la costa iban prestos a vender sus mercancías, esta práctica fue tan común, que llegaron a existir almacenes en las costas, sin duda claro ejemplo de los pingües beneficios que se obtenía de este tráfico ilegal.
La población que va creciendo en Tortuga es cuanto menos, singular. A esclavos huidos, se les suman proscritos españoles, indios rebeldes y tipos de todo pelaje.
Pero despertaban no pocos recelos y una nueva expedición les obligará a refugiarse en los bosques occidentales de La Española .
Finalmente terminan asentándose nuevamente en Tortuga, sin embargo los españoles toman cartas en el asunto y esta vez atacan donde más les duele, pues les establecen un bloqueo, cortando así suministros y beneficios. Este hecho que parece casi anecdótico, hará que los bucaneros se hagan a la mar en pequeñas canoas para romper el cerco y esto provocaría que se acostumbraran a la navegación y al pirateo, convirtiéndose en los famosos filibusteros . La población fue creciendo, hasta convertirse en un importantísimo hervidero de piratas que tomando consciencia de la importancia que llegaron a alcanzar, formaron la ya citada cofradía de Hermanos de la Costa.
20 de diciembre de 2010
14 de diciembre de 2010
Piratas, Corsarios, Bucaneros y Filibusteros... (I)
“Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.”
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.”
¿Quién al leer estos versos puede evitar que en su cabeza se dibuje la figura de un pirata?
No podemos negar que la piratería apareció casi cuando el hombre se echó a la mar. Desde los trirremes fenicios de una sola vela, aunque queden pocos registros, hasta la más rabiosa actualidad con el tema de los piratas somalíes, pasando por la mismísima Roma[1], con los vikingos y sus formidables drakkars sembrando el terror por las costas europeas o los piratas berberiscos que tantos quebraderos de cabeza le dieron al emperador Carlos V.
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Trirreme romano |
Pero no haríamos justicia si no mencionáramos, aunque fuera brevemente que fuera de nuestra visión eurocentrista, el problema también existía. En oriente, ya en el siglo XII los wokou japoneses se adueñaron de las costas de China y Corea poniendo en aprietos a la dinastía Ming.
Pero en este trabajo, sin menospreciar a los demás espacios y épocas, nos centraremos en el siglo de oro de la piratería, es decir, el Caribe de los siglos XVI y XVII, caldo de cultivo tanto de las leyendas que han llegado hasta nuestros días como del estereotipo que tenemos.
Intentaremos seguir una estructura lógica que parta de intentar ver al pirata realista e históricamente, trataremos sobre sus costumbres, modus operandi, vida y organización. Se hablará sobre, lo que ahora parece estar tan de moda, el imaginario cultural del pirata. Procuraremos en ese apartado diferenciar los distintos tipos de piratas, así como ver sucintamente como se formaron cada uno de ellos, siempre aclarando desde ya que la delgada línea que los separaba en ocasiones es demasiado difusa como para establecer claras fronteras.
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Drakkar vikingo El imaginario cultural del pirata: “Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.” Mucho se ha hablado sobre ellos, pero debemos preguntarnos ¿Cómo vivían realmente?, ¿Qué objetivos tenían en sus vidas para dedicarse a una vida tan peligrosa?, ¿Eran tan abanderados de la libertad como el romanticismo nos hace ver?, ¿Cuál solía ser su final, era tan rentable? Como podemos observar son muchas las preguntas que surgen en torno a esta fantástica figura. En este apartado trataremos de darle, en la medida de lo posible, una respuesta, que sin ser absoluta, nos haga acercarnos un poco más a sus vidas. Numerosos testimonios de la época nos los presentan con una piel tostada y arrugada por el sol, encallecida por el salitre y cicatrices por accidentes o las propias batallas. Hemos de pensar que pese a que el romanticismo y el cine nos los muestre como caballeros, si aplicamos la lógica, veremos que son personas hijos de una coyuntura, de una época y si en tierra la higiene brillaba por su ausencia, no tenemos que decir nada sobre lo presente que estaría en los barcos, de hecho el Boston Gazzete llegaría a publicar en 1726 “resultaban muy desagradables y olían muy mal”[1] . Claro que nunca podemos generalizar pues hubo capitanes como Francis Drake, Walter Raleigh, Jean Barth entre otros que vestían con elegancia o tenían costumbres refinadas, pero debemos pensar que estas personas eran en su mayoría corsarios así que no es extraño que conservaran su estilo proveniente de una educación europea. Aunque lo más normal era llevar una suerte de ropajes marineros combinados en función de los botines que obtuviesen. Sabemos que las estancias en el mar eran largas y tediosas, no siempre estaban de abordaje o asediando ciudades. Se dedicaban a sus dos grandes pasiones: el juego y la bebida. Su afición a las cartas y los dados era tan acusada que dilapidaban enormes fortunas, ejemplo de ello podemos verlo en la tripulación del Olones. Tras su asalto a Maracaibo se fueron prestos primero a Tortuga y después a Port Royale a gastar la fortuna y según datos se llegaron a gastar en tres semanas 260.000 piezas de a ocho[2]. Pero si atendemos a un testigo directo, podemos ver como Exquemelin también incide en el tema[3]. Respecto a la bebida, el alcoholismo impregnaba fuertemente sus vidas, bien sea ron antillano, vino, cerveza y un largo etc. Tanto es así que la tripulación del temido Barbanegra estuvo a punto de amotinarse por haberse agotado el ron[4], pero también tenemos casos contrarios como el del capitán Swan que tras una larga navegación fue incapaz de hacer botín debido al frecuente estado de embriaguez en el que estaban sus hombres. Sus naves, modus operandi y vivendi: Deberíamos centrar unas líneas, sobre las embarcaciones, sistemas de lucha y como sobrevivían durante tanto tiempo en el mar. Estos perros de mar preferían las balandras y goletas, ya que al ser embarcaciones pequeñas y de una tremenda movilidad, les permitían hacer pequeñas incursiones a los grandes barcos de las potencias europeas. Un buen número de cañones era imprescindible en el oficio, aunque se primaba más la rapidez y maniobrabilidad como se ha comentado. Recurriendo nuevamente a Hollywood, nos suele mostrar enormes navíos de tres mástiles, cuando en realidad los piratas preferían una modesta balandra que constaba de un único palo o a lo sumo dos, que no superaba su peso las 120 toneladas y que podía alcanzar con viento favorable los 11 nudos (unos 20 km/h). La única pega es que las bodegas no eran muy grandes. Pero como viene siendo habitual y nos seguiremos encontrando, hubo capitanes como Bartholomew Roberts que llegó a usar grandes bergantines de caso 30 cañones y un peso superior a las 150 toneladas. Obviamente casi todas estas naves procedían del robo, a excepción de los bajeles corsarios, que muchas veces eran construidos ex profeso por el país que quería disponer de ellos. No podemos hablar de un modus operandi único, entre los muchos capitanes encontramos asesinos natos como el Olones, piratas cortesanos como Francis Drake, lo que está claro es que sea cual fuere el estilo que tuvieran, ninguno iba a arriesgar su cuello en un cinematográfico duelo a espada, si podían acabar con su oponente de un pistoletazo. Así como tampoco solían enzarzarse en extensos cañoneos pues llevaban las de perder. Buscaban la mayor riqueza posible, con el menor número de bajas. En alta mar escogían cuidadosamente sus presas, a menos que estuvieran agobiados ante la falta de víveres, daños irreparables en el casco, etc. Intentaban que sus presas fueran buques mercantes desprotegidos o sin escolta. Sobre las armas que usaban, tenemos numerosa tipología desde machetes, espadas, dagas, pistolas (que solían llevar varias en los cintos para no perder tiempo cargándolas), sin olvidarnos de los mosquetes y trabucos para intentar hacer fuego granjeado mientras se acercaban a su futura víctima. Su táctica consistía en acercarse a su presa y tras un cañoneo (que procuraban fuera corto) con garfios se acercaban al barco enemigo y saltaban para iniciar una orgía de sablazos y pólvora. Esto me hace pensar en un arma a la que no se le suele prestar mucha atención y es la psicología. Su fama les precedía, sus banderas negras personalizadas (que al contrarío de lo que cree mucha gente estas banderas[5] no eran todas iguales y se popularizaron a principios del siglo XVIII) hacían que la visión en lo alto del pabellón, sembrara el pánico en la nave que las divisaba, llevando en muchos casos a una rendición sin necesidad de luchar. Pese a que los perros de mar tomaron su fama por sus temibles abordajes, no podemos dejar de referirnos a que se realizaron numerosas incursiones en tierra firme. Pese a que la fama se la han llevado los numerosos barcos que realizaban el transporte del metal precioso de Indias a la metrópoli, este metal pasaba por distintas poblaciones donde aguardaba en puerto para ser embarcado, tal como Veracruz, Potobelo y Cartagena de Indias. Se suele atribuir el pistoletazo de salida al ataque de puertos al corsario francés François LeClerc, que se ensañó con Santiago de Cuba en un saqueo que llegó a durar un mes. Pero no fue el único, ya hemos mencionado al Olones en Maracaibo, pero los ejemplos abundan como Henry Morgan que atacó Panamá o Hawkins con Santiago de Cuba también. Si hay algo que llame la atención, es la cantidad de tiempo que pasaban en el mar sin tener que pasar por puerto, ¿cómo sobrevivían? No hay que ser un gran estudioso del tema para saber que se abastecían de los pillajes que cometían. El agua dulce era un bien muy escaso y preciado, si un barco se quedaba sin este bien, debía trasladar a unos cuantos hombres a tierra con barriles y allí debían toparse con un rio, arroyo o fuente de agua para llenarlos. Si había suerte volvían con un agua poco fangosa para cocinar y en casos extremos beberla cuando se acabara el licor. De aquí se puede aventurar uno a concluir porque bebían tanto, aunque quien sabe si sería para aguantar los envites de esta vida dura, lo que desde luego se destila es el porqué se duchaban tan poco. Una expedición parecida requería la leña. Los piratas se alimentaban de lo que encontraban, peces, tortugas, pescado fresco… Aquí debemos reseñar que lo más fácil era comprar comida ahumada a los bucaneros, que curiosamente se convertirán luego en piratas, pero esto se explicará más adelante. - Abella, Rafael. Los piratas del Nuevo Mundo. Editorial Planeta, Barcelona, 1992. - Miguens, Silvia. Breve historia de los... Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. Ediciones Nowtilus, Madrid 2010. - Exquemelín, Alexander O. (Edición de Manuel Nogueira). Piratas de América. Historia 16. Madrid, 1988. - Cipolla, Carlo M. La odisea de la plata española. Crítica, Barcelona, 1999. - Merrien, Jean. Historia Mundial de los piratas, filibusteros y negreros. Barcelona, 1970. - Elliot, Julián. Piratas. Historia y vida, 471, 29-55. - Lucena Salmoral M., La Flota de Indias. Cuadernos de Historia 16. Barcelona, 1985. [1] Elliot 2002 , p.40 [2] Elliot, 2002, p.41 [3] Exquemelin, 1988, p.79: “…llevaron a Jamaica el botín adonde llegaron con su gente y disiparon en bien poco tiempo su dinero según las costumbres ordinarias en las tabernas y en lugares de prostitución con rameras. Algunos de ellos, gastan en una noche dos o tres mil pesos, y por la mañana se hallan sin camisa que sea buena […] Entre los taberneros tienen gran crédito, pero de los de Jamaica no se debe fiar mucho, pues se venden con facilidad […] como yo vi hacer con mi patrón, el cual habiéndose hallado con tres mil pesos se halló tan pobre que le vendieron por una deuda de taberna…” [4] Abella, 1992, p.94: Nos muestra el fragmento de los escritos del capitán: “1718. El ron agotado. La tripulación un poco sobria […] Síntoma de motín […] Por fin saqueamos un barco con un gran cargamento de lico; de este modo la tripulación ha entrado en calor; están borrachos; las cosas han vuelto otra vez a su cauce” [5] Abella, 1992, p. 95: A propósito de las banderas, Abella nos cuenta que la “moda” podría fecharse en torno a 1700 cuando el capitán del Poole, balandra de la Armada Real inglesa, divisó el barco del pirata francés Emanuel Wynne, donde en su pabellón recortaba la bandera negra, con una calavera, dos tibias cruzadas y un reloj de arena. |
[1] No podemos dejar de recordar que el mismísimo Julio Cesar fue prisionero de los piratas cilicios en el 75 a.C. como nos cuenta Plutarco en su obra vidas paralelas o que en el 67 a.C. Pompeyo fue nombrado procónsul de los mares para la lucha de los mismos.
22 de noviembre de 2010
¿POR QUÉ LA EDAD MODERNA?
Siendo la Historia lo amplia que es, puede resultar curioso tener que centrarse en un solo periodo. Es más, ¿por qué no centrase en los primeros pasos del hombre? Cuando solo éramos unos seres que pendíamos de un hilo. ¿Por qué no estudiar a los grandes griegos y romanos? Cuna de nuestra civilización. En definitiva, ¿por qué la Edad Moderna?
La modernidad engloba una serie de factores que bajo mi punto de vista la hacen demasiado irresistible. He de reconocer que cuando entre a cursar la licenciatura de historia esta época no me gustaba en absoluto pues parafraseándome a mí mismo: “es que en esta época no ha pasado nada relevante”. Cuan ignorante era, no es que no hubiera pasado nada, es que a mí no me habían enseñado nada.
En mi formación secundaria me di cuenta, aunque con años de retraso, que una asignatura había acabado con los Reyes Católicos y la siguiente había empezado con la crisis del Antiguo Régimen. Fue en la licenciatura donde descubrí las bondades de tan maltratada época. Había un tipo que no estando contento con la forma de vivir la religión, cual Mahoma moderno, predicó lo que para él era la forma correcta. Esto que puede parecer anecdótico, arrastró a siglos y siglos de guerras, animó a personas a definir su propio credo, ¿su nombre? Lutero. Además cuando abunde en el tema vi que la cosa no quedaba ahí, muchos gobernantes le siguieron solo por ser independientes políticamente de otra extraña estructura, el Sacro Imperio Germánico. Además para rizar el rizo, leo que hay teorías sobre el nacimiento del capitalismo gracias a esta reforma, a todas luces eso me dejo impactado.
Pero la cosa no acabó ahí, al descubrimiento de Lutero le siguieron la conquista de América, las guerras de los nobles tercios por medio mundo, las conjuras italianas, el turco, las revoluciones en la ciencia, Trento, la piratería y un sinfín de cosas más.
También descubrí la cara oculta de la moneda. En nuestro país la Edad Moderna ha sido un poco menospreciada, no le culpo pues el franquismo siempre que ha hablado de ella ha sido para glorificarla de manera que justificara y se identificara con dicho régimen. Luego vinieron las tesis marxistas y de annales imbuidas por una fuerte corriente económico-social que dejaron fuera las grandes gestas políticas. Pero creo que hemos evolucionado lo suficiente como para desligarnos de trasnochadas ideologías y para comprender que debemos estudiar como un todo, como leí una vez en cierto libro: “Lo uno sin lo otro están ciegos”.
Así que: ¿por qué la Edad Moderna? Porque aúna aventuras, emoción, contradicción, gloria, deshonor, amor, odio. Demasiado sentimientos como para poder plasmarlos en estas pocas líneas.
Espero que de aquí en adelante os gusten las distintas reflexiones que iremos colgando, solo me queda decir a vuesas mercedes que pasen pronto antes de que anochezca, se pongan cómodos y disfruten de la función.
La modernidad engloba una serie de factores que bajo mi punto de vista la hacen demasiado irresistible. He de reconocer que cuando entre a cursar la licenciatura de historia esta época no me gustaba en absoluto pues parafraseándome a mí mismo: “es que en esta época no ha pasado nada relevante”. Cuan ignorante era, no es que no hubiera pasado nada, es que a mí no me habían enseñado nada.
En mi formación secundaria me di cuenta, aunque con años de retraso, que una asignatura había acabado con los Reyes Católicos y la siguiente había empezado con la crisis del Antiguo Régimen. Fue en la licenciatura donde descubrí las bondades de tan maltratada época. Había un tipo que no estando contento con la forma de vivir la religión, cual Mahoma moderno, predicó lo que para él era la forma correcta. Esto que puede parecer anecdótico, arrastró a siglos y siglos de guerras, animó a personas a definir su propio credo, ¿su nombre? Lutero. Además cuando abunde en el tema vi que la cosa no quedaba ahí, muchos gobernantes le siguieron solo por ser independientes políticamente de otra extraña estructura, el Sacro Imperio Germánico. Además para rizar el rizo, leo que hay teorías sobre el nacimiento del capitalismo gracias a esta reforma, a todas luces eso me dejo impactado.
Pero la cosa no acabó ahí, al descubrimiento de Lutero le siguieron la conquista de América, las guerras de los nobles tercios por medio mundo, las conjuras italianas, el turco, las revoluciones en la ciencia, Trento, la piratería y un sinfín de cosas más.
También descubrí la cara oculta de la moneda. En nuestro país la Edad Moderna ha sido un poco menospreciada, no le culpo pues el franquismo siempre que ha hablado de ella ha sido para glorificarla de manera que justificara y se identificara con dicho régimen. Luego vinieron las tesis marxistas y de annales imbuidas por una fuerte corriente económico-social que dejaron fuera las grandes gestas políticas. Pero creo que hemos evolucionado lo suficiente como para desligarnos de trasnochadas ideologías y para comprender que debemos estudiar como un todo, como leí una vez en cierto libro: “Lo uno sin lo otro están ciegos”.
Así que: ¿por qué la Edad Moderna? Porque aúna aventuras, emoción, contradicción, gloria, deshonor, amor, odio. Demasiado sentimientos como para poder plasmarlos en estas pocas líneas.
Espero que de aquí en adelante os gusten las distintas reflexiones que iremos colgando, solo me queda decir a vuesas mercedes que pasen pronto antes de que anochezca, se pongan cómodos y disfruten de la función.
24 de octubre de 2010
Cuestión de imagen
¿Una imagen vale más que mil palabras o equivale a diez mil palabras? Buscando detenidamente este proverbio chino que tantas y tantas veces hemos escuchado y repetido hasta la saciedad, la sorpresa ha sido que el significado original fue el de la equivalencia, aunque en un momento determinado fue mal utilizado y cambio por completo su significado.
Pero ¿es cierto que una imagen equivale a diez mil palabras? Curiosamente no es una cuestión que admita axiomas, más bien navega a la deriva en un mar de interpretaciones que pueden, pudieron, han podido, y podrán admitir multitud de conclusiones acerca de los ejemplos que se propongan, de la mentalidad con que se los trate o, incluso, del momento en el que se mediten.
He aquí pues la piedra angular de la cuestión que me ha aturdido la cabeza en esta tarde otoñal de octubre. Poco después de entrar en esta misma página he observado la pintura de cabecera del magnífico Rembrandt: cálida, natural, profunda y, sobre todo, barroca.
A primera vista se intuye, en el centro de la imagen, una explicación fehaciente de un personaje curtido trasmitida a su joven acompañante que asiente con visos de comprensión. El entorno que les rodea -más anárquico- da pie a pensar en una improvisada celebración posiblemente de una contienda, tanto por la presencia de armas y atavíos como por las muecas de felicidad aparente.
A pesar de esta primera interpretación la propia curiosidad que me produce la pintura me empuja a conocer más a través de otras interpretaciones y descubro que la así llamada Ronda de noche tiene tantos secretos que hasta el mismo título es algo aceptado por el paso del tiempo, cuando el nombre originario fue La compañía militar del capitán Frans Banning Cocq y el teniente Willen van Ruytenburg.
El descubrimiento no termina aquí, pues pensando que el autor pinto esta obra por propia motivación, resulta que se trató de un encargo realizado por una compañía de arcabuceros de Ámsterdam y esta imagen plasma el momento en el que el mencionado capitán llama al alférez para formar la compañía. Curiosamente tanto los oficiales como los dieciocho componentes que les preceden pagaron al pintor una suma extra para pasar a la posteridad y la aparición de la niña entre los soldados es la esposa del pintor, entendiendo el grado de importancia dentro de la obra por la luminosidad que recibe.
Tras esta parrafada sobre interpretaciones diferenciadas –una de un aficionado y otra de Wikipedia- se comprende que el objetivo primordial a la hora de tratar todo lo relacionado con la Historia dentro de este rincón de la web va a tener un enfoque que puede admitir otros tantos, que su valor puede variar o alterarse a lo largo del tiempo y que por ello hemos de preguntarnos: ¿qué vale más?, ¿una imagen?, ¿diez mil palabras?, ¿ambas por igual? Bienvenidos.
Pero ¿es cierto que una imagen equivale a diez mil palabras? Curiosamente no es una cuestión que admita axiomas, más bien navega a la deriva en un mar de interpretaciones que pueden, pudieron, han podido, y podrán admitir multitud de conclusiones acerca de los ejemplos que se propongan, de la mentalidad con que se los trate o, incluso, del momento en el que se mediten.
He aquí pues la piedra angular de la cuestión que me ha aturdido la cabeza en esta tarde otoñal de octubre. Poco después de entrar en esta misma página he observado la pintura de cabecera del magnífico Rembrandt: cálida, natural, profunda y, sobre todo, barroca.
A primera vista se intuye, en el centro de la imagen, una explicación fehaciente de un personaje curtido trasmitida a su joven acompañante que asiente con visos de comprensión. El entorno que les rodea -más anárquico- da pie a pensar en una improvisada celebración posiblemente de una contienda, tanto por la presencia de armas y atavíos como por las muecas de felicidad aparente.
A pesar de esta primera interpretación la propia curiosidad que me produce la pintura me empuja a conocer más a través de otras interpretaciones y descubro que la así llamada Ronda de noche tiene tantos secretos que hasta el mismo título es algo aceptado por el paso del tiempo, cuando el nombre originario fue La compañía militar del capitán Frans Banning Cocq y el teniente Willen van Ruytenburg.
El descubrimiento no termina aquí, pues pensando que el autor pinto esta obra por propia motivación, resulta que se trató de un encargo realizado por una compañía de arcabuceros de Ámsterdam y esta imagen plasma el momento en el que el mencionado capitán llama al alférez para formar la compañía. Curiosamente tanto los oficiales como los dieciocho componentes que les preceden pagaron al pintor una suma extra para pasar a la posteridad y la aparición de la niña entre los soldados es la esposa del pintor, entendiendo el grado de importancia dentro de la obra por la luminosidad que recibe.
Tras esta parrafada sobre interpretaciones diferenciadas –una de un aficionado y otra de Wikipedia- se comprende que el objetivo primordial a la hora de tratar todo lo relacionado con la Historia dentro de este rincón de la web va a tener un enfoque que puede admitir otros tantos, que su valor puede variar o alterarse a lo largo del tiempo y que por ello hemos de preguntarnos: ¿qué vale más?, ¿una imagen?, ¿diez mil palabras?, ¿ambas por igual? Bienvenidos.
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